Hola, ¿se me escucha?

Hola, ¿se me escucha?

Griten más, que no se les escucha. Hay demasiado ruido de fondo como para entender qué dicen. Sólo se aprecia un rumor que no se entiende. Uno intenta mantener una conversación y acaba a gritos. Y no por estar enfadado, sino por hacerte entender entre tanta contaminación acústica. Es decir, el ruido de toda la vida. Sin embargo, el ruido tiene muchas formas de estropear una conversación o nos golpea la cabeza como un martillo. Está el ruido sonoro, el habitual que hay en la calle, en ocasiones más del deseado, y que socava descansos y perjudica al oído.
Luego está el ruido de las letras. Aquel que está hoy tan de moda, que llena las redes sociales de invectivas, acusaciones y quejas. Generan un ruido que nos hace olvidar lo fundamental, el mensaje. Importa hacerse notar, llamar la atención y quedar por encima de cualquiera, si es posible siendo anónimo, mejor. Lo de menos es conversar, es decir, intercambiar ideas de forma sosegada. Sólo importa el ruido, que confunde y desconcierta.
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